Me has dado tanto calor, que las estrellas que pedí ver con tanta urgencia han comenzado a derretirse; hay tanta histeria en nuestros abrazos que mis costillas han deformado su figura; tantos besos en la frente que has lastimado mi tercer ojo; tanto restriego de mejillas que tu barba ha estocado cada poro; tanta felicidad que un fino velo de sonrisas oculta lo vulnerable en el espejo; tanta lluvia de delirio que mis partes de cartón se han desprendido.
Y para qué hablar del laberinto de la soledad en que me ha puesto la ausencia de palabras que describan nuestra cercanía. Me resguardo en la oscuridad del silencio, para no tropezar con la repetición de un tequiero, y así, permitir el nacimiento de otras ocasiones, y desistir del entierro de novedad que la boca sepulta al querer narrarnos.
Te prefiero sobre todo lo que existe, tdú serás la roca predilecta en mi camino, y yo llevaré la rodilla que feliz sangra, porque el impacto de un encuentro tal merece un festejo que rasga la piel.
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