martes, diciembre 10, 2013



Un anfibio me enseñó el mar, puso su cuerpo sobre el mío y juntos sufrimos su metamorfosis, eran los cuerpos entendiéndose en el cielo la imagen que nunca me podré borrar. Esos momentos fueron puramente de agua y aire, primero la brisa, luego la marea, y después, una dolorosamente placentera tempestad. Me revolcaron varias olas, pero con sus labios buscándome, siempre logré emerger..