miércoles, abril 19, 2006

Una orden es una orden

Cuando ella me sugirió tomar el arma yo no sabía con que fin lo hacía, sólo la tomé, porque es así como reacciono generalmente a una orden, rápido y sin pensar.
-¡Toma el arma!
La tomé pero no supe que hacer después, yo no sabía si estaba cargada, si tenía que acabar con ella o conmigo. Permaneció callada después de eso. Me quedé mirando el arma en mi mano, imaginando todo lo que pude, lo que podría y lo que podré hacer con ella, ¿por qué me cedió el poder a mí?, ¿por qué no lo tomó ella misma?
Ella sonreía, y me hacía una seña con los ojos que aún no comprendía, pues yo me fui a otro momento, ya no estaba con ella, ni en esa habitación, ni en ese tiempo transcurriendo…
Escuchaba su voz pero no entendía nada, miraba sus movimientos y no encontraba razones a lo que estaba viendo, me fui; el poder me mostró otros caminos, incluso tuve visiones, me ví en el suelo derramando sangre; al principio la sangre escurría por mi cabeza, después decidí que el disparo fuera en el estómago, y logré ver algunas de mis tripas destruidas, después imaginé: que tal si le disparo a mi pie? Me quedará un hoyo a través del cual podré ver sobre lo que estoy pisando (claro técnicamente porque ahora ya no podría apoyarlo), o se destruirá completamente? Y si la obligo a tener sexo?, siempre me han excitado esas películas en las que el sexo se da a través de la fuerza, y a pesar de que es algo que me hace sentir un tanto ruin, aún así no borra la imagen de mi rostro haciendo gestos de placer.
Volví de repente a la misma habitación, al mismo tiempo que había dejado transcurriendo… (no supe si fue por la culpa que sentí al haber pensado en ultrajarla, o simplemente fue el límite de mi imaginación que había llegado al clímax)
Ella estaba ahí con su mirada lasciva, y aunque de su boca no salían sonidos, de sus ojos salían más que palabras, eran invitaciones que mi cuerpo ya había advertido. Quería que la penetrara, lo rogaba, lo pedía con su cuerpo (lo sé porque esos movimientos tan desesperados que transforman al cuerpo en instrumento sólo los reconocemos cuando nos aceptamos animales), con sus labios, pero sobre todo con sus ojos. Tomó mi mano, la que sostenía el arma, pasó el arma por su cuerpo, comenzando por sus senos, se detuvo en su cintura haciendo círculos, bajó hasta sus pies y le apuntó a cada uno de sus dedos mientras les decía: bang! bang!, me besó apasionadamente, (fue ahí cuando me había dado cuenta...), después juntó sus piernas, y las fue abriendo lentamente, con su mano empujando a la mía que sostenía el arma, y llegó hasta ahí, a ese lugar de su cuerpo que estaba más ansioso de todos. La besé apasionadamente y me alejé. Salí de la habitación llevándome el arma, cerré la puerta con la intención de no volver. Ahora no era tan fácil yo había conocido el poder, yo quería ver mis películas favoritas mientras violaba a una mujer.