lunes, enero 31, 2011

Un universo anticuado

El proceso de envejecimiento en el universo verbal sigue un ritmo de aceleración diferente al del mundo físico. Las palabras, demasiado repetidas, se extenúan y mueren, mientras que la monotonía constituye la ley de la materia: El espíritu necesitaría un diccionario infinito, pero sus medios se limitan a unos cuantos vocablos trivializados por el uso. Es así como lo nuevo, exigiendo combinaciones extrañas, obliga a las palabras a funciones inesperadas: la originalidad se reduce a la tortura del adjetivo y a una impropiedad sugestiva de la metáfora. Coloca las palabras en su sitio: el cementerio cotidiano de la Palabra. Lo sagrado en una lengua constituye la muerte: una palabra prevista es una palabra difunta; sólo su empleo artificial le inyecta un nuevo vigor, en espera de que el vulgo la adopte, la aje y la manche. El espíritu es preciosista o no es, en tanto que la naturaleza se huelga en la simplicidad de sus medios siempre iguales.

Lo que llamamos nuestra vida en relación a la vida sin más, es una creación incesante de modas con ayuda de la palabra artificialmente manejada; es una proliferación de futilidades, sin las cuales nos haría falta expirar en un bostezo que se tragaría la historia y la materia. Si el hombre inventa físicas nuevas, no es tanto para llegar a una explicación válida de la naturaleza como para escapar al hastío del universo conocido, habitual, vulgarmente irreductible, al cual atribuye arbitrariamente tantas dimensiones como adjetivos proyectamos sobre una cosa inerte que estamos cansados de ver y de sufrir como era vista y sufrida por la estupidez de nuestros ancestros o de nuestros antepasados próximos. !Malhaya quien, habiendo comprendido esta mascarada se aleja de ella! Habrá pisoteado el secreto de su vitalidad e irá a reunirse con la verdad inmóvil y sin atractivos de aquellos en los que las fuentes del Preciosismo se han secado, y cuyo espíritu se marchitó falto de artificio.

(Es completamente legítimo el momento en que la vida pasará de moda, cayendo en desuso como la luna o la tuberculosis después del abuso romántico: irá a coronar el anacronismo de los símbolos despojados y de las enfermedades desenmascaradas; volverá a ser ella misma: una dolencia sin prestigios, una fatalidad sin brillo. Y es fácilmente previsible el momento en el que ninguna esperanza surgirá ya de los corazones, en el que la tierra será tan glacial como las criaturas, en el que ningún sueño embellecerá la inmensidad estéril. La humanidad enrojecerá de procrear cuando vea las cosas como son. La vida sin la savia de los engaños y los errores, la vida pasada de moda, no encontrará ninguna demencia ante el tribunal del espíritu. Pero, a fin de cuentas, ese mismo espíritu se desvanecerá: no es más que un pretexto en la nada, como la vida no es más que un prejuicio.

La historia se, sostiene mientras que por encima de las bogas transitorias, de las cuales los acontecimientos son la sombra, una moda más general planea como una invariante: pero cuando esta invariante se desvele a todos como un simple capricho, cuando la inteligencia del error de vivir llegue a ser un bien común y una verdad unánime, ?de dónde sacaremos reaños para engendrar, o incluso para fingir el esbozo de un acto, el simulacro de un gesto? ?Por qué arte sobrevivir a nuestros instintos clarividentes y a nuestros corazones lúcidos? ?Qué prodigio reanimará un atentación futura en un universo anticuado?)



Brevario de Podredumbre
Cioran

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