miércoles, marzo 26, 2008

Demasiado aprehender, inmensa interacción de ideas, tengo clasificación hasta de nuestros encuentros, lo sé mientras te voy pensando/extrañando, diciéndome lo que quiero...

Una revolcada como esas que sólo puedes darme tú, sacudida de órganos internos, que cuando pienso ha terminado, es sólo que haz salido a tomar más fuerza, con la intención de entrar y destruirme toda.
Una revolcada que conste de 5 o 6 venidas exhaustivas, de esas que me dejan riendo, porque es absurdo saber satisfecho mi apetito, y que las pocas fuerzas que me queden, me permitan verte inmune al cansancio, sólo con un gesto de "te lo dije" al verme ahí "tirada".
Una revolcada en la que sólo tú tienes el control, y constantemente me dices: despacio... (justo en ese momento, en el que, como mujer, se comienza a sentir ese fuego interno, que exige el movimiento grotesco, acelerado, a explotar).
Una revolcada en la que te tomas el tiempo de hacerme ver el punto en el que se separan mente y cuerpo, tus palabras son el método que separa y une carne y pensamiento.
Una revolcada en la que me pides que te mire a los ojos, y al sentirme descubierta, me tomas fuerte por el cuello, me amenaza tu mirada, porque te gusta guardarte mi verguenza.

Ejerces toda tu crueldad y poder sobre mi, sabiéndome conciente, y preguntando por mis besos rompes ese cuadro oscuro, cambiando de lugar a mi lujuria; mis movimientos han gritado tanto por su libertad a tus cadenas, que conociendo mi vicio predilecto, me diriges al opuesto.

Tu placer es satisfacerme, quitándome lo que disfruto, sabiéndote los dos, como El Otorgador.

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