jueves, marzo 27, 2008

De qué otra forma secarme las ganas
sino es en sueños?;
desconcertante noche
en la que por vez primera
estas ganas no son de ti,
sorprendente hallazgo
de lujuria desbocada
en un alguien sin rostro ni nombre;
juguete olvidado del mundo
quiero encontrarte,
cabeza astillada del orden
déjame despeinarte un poquito,
manos glaciares
dejen de quemarme el cuerpo,
que quiero despertar en llamas
no irme a dormir con ellas.

Ven a mi encuentro,
pretende que hace falta me seduzcas,
moja delicadamente mis labios
y muérdeme de vez en vez los ojos,
colma mi apetito con castigos
a los que de otra forma no pueda pertenecer;
cuando cuestione tu aparato
azota mi espalda en la pared,
no dejes de apretarme nunca
llévame al encuentro del placer.

miércoles, marzo 26, 2008

Demasiado aprehender, inmensa interacción de ideas, tengo clasificación hasta de nuestros encuentros, lo sé mientras te voy pensando/extrañando, diciéndome lo que quiero...

Una revolcada como esas que sólo puedes darme tú, sacudida de órganos internos, que cuando pienso ha terminado, es sólo que haz salido a tomar más fuerza, con la intención de entrar y destruirme toda.
Una revolcada que conste de 5 o 6 venidas exhaustivas, de esas que me dejan riendo, porque es absurdo saber satisfecho mi apetito, y que las pocas fuerzas que me queden, me permitan verte inmune al cansancio, sólo con un gesto de "te lo dije" al verme ahí "tirada".
Una revolcada en la que sólo tú tienes el control, y constantemente me dices: despacio... (justo en ese momento, en el que, como mujer, se comienza a sentir ese fuego interno, que exige el movimiento grotesco, acelerado, a explotar).
Una revolcada en la que te tomas el tiempo de hacerme ver el punto en el que se separan mente y cuerpo, tus palabras son el método que separa y une carne y pensamiento.
Una revolcada en la que me pides que te mire a los ojos, y al sentirme descubierta, me tomas fuerte por el cuello, me amenaza tu mirada, porque te gusta guardarte mi verguenza.

Ejerces toda tu crueldad y poder sobre mi, sabiéndome conciente, y preguntando por mis besos rompes ese cuadro oscuro, cambiando de lugar a mi lujuria; mis movimientos han gritado tanto por su libertad a tus cadenas, que conociendo mi vicio predilecto, me diriges al opuesto.

Tu placer es satisfacerme, quitándome lo que disfruto, sabiéndote los dos, como El Otorgador.

jueves, marzo 13, 2008

Alejado de los mundos,
flotando en el olvido
quisiera pasar mis últimos días.
Agarrarme fuerte de una Luna
y dejar incógnito para siempre su color.

Haber hecho distancia
con la infinitud,
negando mares
no existen superficies planas,
jugar estrellas
en la boca del estómago,
acariciando cabellos de algún dios,
acurrucado en los diciembres del pasado
quiero dormir hasta un no-amanecer.

Oculto mi rostro
con nombres de otro tiempo,
y dentro esos zapatos
fui guardando a tu amor
en un sucio y desgastado calcetín;
le jugué por tus recuerdos a la muerte
y te perdí.
Hoy me voy con paz
sin ti, sin mi, con nada.

lunes, marzo 10, 2008

Estaba en mi cama, bajo las cobijas -tenía frío- y al principio un poco de miedo, un miedo que iba y venía constantemente; por un lado, lo alejaba el hecho de sentirme ridícula por mi comportamiento asustadizo, similar al de una niña pequeña, por otro lado, el hecho de que a mis 30 aún hubiera cosas que me hicieran sentir así, como cuando tenía 8.
Cuántas cosas había vivido!, de cuántas había tenido experiencia, y aún así, volver a sentir la ausencia de control provocándome ansiedad, era insoportable. Ya ni siquiera podía adjudicárselo al hecho, sino más bien a la idea.

De ahí me vino la extraña combinación de asco y pánico.
Me di asco por provocarme este tipo de situaciones, me di asco porque la causa de mi malestar se encontraba en mi. En esta maldita necesidad por tener el control sobre mis aprendidas asociaciones de ideas. Por no deseducarme a tiempo. Aprendí como todos a desarrollar y asociar ciertas ideas a este sentimiento, que en realidad no puedo justificar, sólo sucede así, por costumbre.

El pánico se apoderó de mí después, lo logró una vez que hice conciente mi asco, porque habría más ideas que me harían temer, porque no sería libre en mi temor, ya estoy determinada, sé a qué temer.

Más tarde -por la madrugada-, pude dormir, cerré mis ojos con una sonrisa en los labios; podía ser que no fuera dueña originario de mis miedos, pero lo era de mi pánico, porque me ví conciente del asco a "mis" miedos.