Oh, muela final del destino
no nos separes después de ti,
que mientras nos tuvimos
representantes fuimos de La intensidad,
no eran ya, nuestros cuerpos parloteando
sino sus colores moviéndose a ritmo de sus oscuros;
perenne vaivén sensacional,
que quiero compartir con él y nadie más,
déjanos quedarnos
bajo el manto del romántico maya espectral,
abandonarme por completo en él
sorda, sino para quejiditos de sus órganos
al despertar.
Pequeñas ventanas que sólo él abre para mí,
invitándome a su distancia,
flojo paladar, grato en acordes multiformes,
mar de escalofríos victorioso.
Nos hemos jugado los cabellos en la boca
para que la guillotina tácita del amor
no mate lo fantástico en la ambigüedad,
que si algún día el sol nos hace frio
la inminencia del abandono nos sumerja en su inmensidad,
y convertidos en un mismo sólido
la Luna nos abrace como a sus hijos,
se vuelvan Los extremos nuestros amigos,
y culmine nuestro cuerpo andando sobre su espalda
siendo nuestros pies los que se despidan.
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