EL ABAD
Santidad petrificada,
pedofilia no alcanzada,
Abad muerto, sátiro indigente
cazador de pureza valorada por su deseo,
atrio sin base que flota solo de fe.
Gigante emporio
de donde el Ser fue expulsado.
Ensalzador de sensaciones,
el culpable de la uniformidad en las plegarias;
inocencia exaltada
que axioma es, de su maldad.
Será algún día nuestra náusea,
la que nos incite a un lavado estomacal?,
pues, no somos acaso,
exaltadores de nuestras propias circunstancias,
y así, nuestros propios pederastas?,
penetrando nuestras santidades,
brillos (dioses) y romances (tiempo),
incluso permitiendo a otros
ser objeto de su pederastía.
Jerarquizaron y jerarquizamos axiológicamente
nuestra espiritualidad,
infames espejos todos,
que permanecen ahí, quietos,
mientras nos observamos en La enfermedad.
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