Irreductible hallazgo que carcome,
esfinge edificada al abandono;
cual cordero convertido en cena,
resignada víctima del más fuerte.
Invítame a ser
lo que se sirva en tu mesa,
derrite mis memorias en tu infierno
tú, fuego eterno de la muerte.
Acaricia mis cabellos de serpiente
y juégate su veneno entre los dedos,
que de manjares de nostalgia
son los ríos de mis venas.
Vierte con cuidado a mis ideas,
no las dejes caer antes que parta,
ofrece un funeral que las merezca
con llantitos silenciosos de otras mentes.
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